miércoles, 15 de abril de 2009

EL OADA CONTRA WALTER MIXA

“Las pasadas décadas han demostrado la inhumanidad del ateísmo a través de los regímenes del nacional-socialismo y del comunismo, con sus campos de concentración, su policía secreta y los asesinatos masivos”
Walter Mixa, Obispo castrense de Augsburgo, durante la misa de Pascua de 2009. Ver Deutsche Welle, 13.04.09: German bishop: Atheism responsible for Nazis and mass murder.

Una vez más, hemos de soportar por parte de un jerarca católico la acusación de “inhumanidad” dirigida al ateísmo, “ideología” que, según se encarga machaconamente la curia de repetir, se hallaría en el núcleo de los totalitarismos políticos del siglo pasado. Recurrió a una infumable cita de Fiodor Dostoievski (“Sin Dios todo está permitido”) para argumentar los peligros del ateísmo. Mixa dijo a sus fieles, además, que una sociedad “sin dios” es el “infierno en la tierra”, y que podría derivar en un régimen sangriento, al estilo de los de la Alemania nazi o el comunismo soviético.

Ratzinger, en la Carta Encíclica “Spe Salvi”, también cita al escritor ruso en su crítica del ateísmo. En ella, nos describe como personas “que han destruido totalmente en sí mismas el deseo de la verdad”, “que viven para el odio” y para las que “no habría ya nada remediable”. “La pretensión de que la humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace ni es capaz de hacer –prosigue Benedicto XVI- es presuntuosa e intrínsecamente falsa”.

Sin embargo, lo que a nosotros nos parece “presuntuosa e intrínsecamente falso” es justo el discurso repetitivo de la iglesia católica al respecto. El totalitarismo nunca ha hundido sus raíces en la negación de los dioses; por el contrario, los ha fabricado y alimentado siempre con exquisita dedicación. Todo régimen sangriento celebra un permanente holocausto en su honor. Tanto el stalinismo como el nazismo obedecieron a patrones religiosos, con la exaltación de sus divinidades, la sumisión aceptada de sus fieles, la persecución del diferente y la negación de la libertad y de la autonomía individual. Pero dejaremos a un lado al soso de Iosiv Stalin, premiado a los 14 años con una beca en el seminario de Tifflis. Resumir aquí el contenido fideísta del capitalismo de Estado estaría fuera de lugar en un comunicado dirigido contra un obispo castrense alemán.

Walter Mixa practica la máxima de la propaganda goebbeliana, según la cual toda mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Y silencia así que el movimiento nazi, contrariamente a la opinión convencional, se inspiró en valores tan cristianos como el antisemitismo, el antimarxismo y el antiliberalismo.

Dijo Rosenberg que Jesús era un eje vital en la historia de Alemania. Y el cardenal Pacelli, alias “Pío XII”, lo sabía bien cuando aprobó y firmó un concordato con el Estado totalitario del partido de Hitler, al que veía como un baluarte contra el comunismo mundial. Las campanas de las iglesias tañían horas y horas cuando el ejército nacional-socialista obtenía algún éxito en Europa o en África, y los obispos católicos aconsejaban a los soldados que llevaran en las hebillas de sus cinturones el texto “Dios con nosotros”. Una carta pastoral, emitida en septiembre de 1939 por los obispos alemanes, declaraba: “"En esta hora decisiva exhortamos a nuestros soldados católicos a cumplir con su deber en obediencia al Führer y a estar dispuestos a sacrificar su entera individualidad. Hacemos un llamado a los fieles para que se unan en fervientes oraciones para que la Divina Providencia conduzca esta guerra al éxito bendito”.

También las dictaduras de Franco y de Mussolini recibieron la bendición eclesiástica, y la banca vaticana obtuvo jugosos beneficios del gobierno manejado por los nazis en Croacia. ¿Es entonces el ateísmo, “raíz de todo mal” según Roma, lo que inspira o puede inspirar un “régimen de terror”? ¿Era ateo Adolf Hitler cuando, en un discurso pronunciado en abril de 1922, habló de Jesús como del “verdadero Dios”? ¿O cuando en diciembre de 1926 afirmó que el objetivo del movimiento nazi era “traducir en hechos los ideales de Cristo”? Hitler no sólo leyó el Nuevo Testamento, sino que estaba inspirado por él. El atrevimiento infame del obispo Walter Mixa ahonda en la estrategia vaticana de la confusión y la mentira. Apenas hace un mes, el mismo Mixa comparó los crímenes del Holocausto con los “millones de abortos” voluntarios practicados en las últimas décadas, lo que le valió la reprobación del propio presidente de la Conferencia Episcopal Alemana.

Walter Mixa es un pelmazo y un bocazas. Representa, además, a la corporación religiosa más criminal que haya visto la historia. Desde el Observatorio Anti-Difamación Atea (OADA) no le instamos a rectificar, porque sabemos que su posición corresponde a la línea oficial vaticana y a la política integrista de Joseph Alois Ratzinger, el mismo que pronunció su primera misa como “Papa” el 20 de abril de 2005, aniversario del nacimiento de Adolf Hitler. El OADA, no obstante, quiere solidarizarse con las declaraciones de Rudolf Ladwig, de la organización atea alemana IBKA, y de Michael Schmidt-Salomon, de la Fundación Giordano Bruno. Según ellas, los comentarios de Mixa obedecen a la insostenible estrategia católica de falsificar sus relaciones históricas con el fascismo. Nada más tenemos que añadir.

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