jueves, 13 de marzo de 2008

LA RELIGIÓN COMO POLÍTICA

Luis M. Sáenz

12.03.08
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Intervención en la presentación del libro LA IGLESIA FURIOSA (Sepha, 2008), el 21 de febrero de 2008, en la sala Maldonado 53, Madrid.

"El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder".
Corintios 1, atribuido a Pablo de Tarso.

Así es, el reino de las iglesias consiste en PODER. Hablar de ellas requiera hablar de Política. Y hacer una política emancipatoria requiere enfrentarse a las iglesias.

La Iglesia vaticana, por ejemplo, es un movimiento político ultra-reaccionario. Y no digo esto porque pidan el voto para tal o cual, o arremetan contra tal o cual partido o gobierno. Eso, que ha indignado a muchos, no me da ni frío ni calor. Lo verdaderamente indignante de la Iglesia vaticana es su política cotidiana, su labor destructiva sobre la vida de millones y millones de personas. Lo abominable de la Iglesia vaticana y de la Conferencia Episcopal no es que se metan en política, sino su doctrina y la política que efectivamente hacen. Y no sería menos abominable si en los procesos electorales se mantuviesen calladitos.

Hace algunas semanas, salió en televisión una "familia cristiana" con un montón de hijos. Preguntada, la mujer dijo algo así -no dispongo de la frase literal- como que eso no había fuerza humana que lo pudiese soportar, pero que la iglesia le había enseñado que Cristo daba fuerzas para morir por los demás. ¡Qué horror! ¡Qué aniquilación de un ser humano! Eso me recordó que la novela Berlin Alexanderplatz cita, de pasada, una revista cristiana que titulaba en primera página: “A LA FELICIDAD A TRAVÉS DE LA INFELICIDAD”. Tal es la fraudulenta oferta vaticanista: infelicidad, sumisión y dolor a cambio de la felicidad en una inexistente vida espiritual eterna. Los vaticanistas aman a fetos y cadáveres, pero hacen la vida imposible a las personas realmente existentes.

Al hablar de las actuales iglesias no hablamos sólo ni principalmente de tal o cual mitología absurda sobre la creación del mundo. Hablamos ante todo de una actividad política en el presente, de proyectos que rebajan al ser humano. Lo que está en juego es la vida cotidiana, las instituciones y leyes humanas, nuestra vida en común.

Hablemos pues de Política. ¿Cuáles son los rasgos característicos de la política vaticana? Comentaré sólo algunos ellos.

a) Oscurantismo. La Iglesia vaticana, y otras, se sustenta en la creencia irracional y en el misterio. ¿Cómo es posible pensar en un diálogo racional con ella en esas condiciones? ¿Cómo dialogar con quienes proponen como verdades absolutas cosas que ellos mismos declaran ser inaccesibles a la razón e incomprensibles? Los obispos españoles han escrito: El ser humano acoge como verdadero lo que Dios ha dicho de Sí, precisamente porque lo ha testimoniado Dios, no porque lo desvele la razón. Poco más hay que decir, en tales términos no hay diálogo posible.

b) Autoritarismo. Ese autoritarismo tiene claro reflejo en la propia estructural eclesial, absolutista. La verdad pertenece a la Iglesia, la Iglesia pertenece a sus jerarcas, que, de forma paranoica, llegan a atribuirse la infalibilidad: "para garantizar esta permanencia en la verdad, Cristo dotó a la Iglesia, especialmente a los pastores, con el carisma de la infalibilidad, que se ejerce de diversas maneras". Llegan incluso a prohibir la lectura crítica de sus libros "sagrados", como han hecho los obispos españoles condenando a quien "pretende leer la Sagrada Escritura al margen de la Tradición eclesial". Pero no se trata sólo de la estructura autoritaria propia de la Iglesia vaticana, sino, ante todo, de su pretensión de someter a toda la humanidad. Sí, su aspiración de dominio se extiende a toda la humanidad. Pretenden que su dogma sea ley. Ante su dios, todos de rodillas. Y como nadie encuentra a tal dios, todos de rodillas ante sus sacerdotes, lo que nos recuerda aquellas películas en las que una voz parecía salir de un ídolo de piedra… hasta que el héroe del film descubría al sacerdote oculto detrás, entre aplausos de un público de antemano escéptico… dado que ése no era su absurdo dios sino el no menos absurdo de unos "salvajes". Para universalizar su dogma se han inventado una Ley Natural, que casualmente coincide con su doctrina, lo que, cerrando el círculo, explican diciendo que ha sido escrita en el corazón de los hombres por Dios o asignada por el Creador.

c) Patriarcalismo. Es evidente en la estructura interna eclesial vaticana, que relega a las mujeres de la estructura de mando. Pero va más allá, pues se trata de una doctrina de subordinación general de las mujeres. Ratzinger criticaba ferozmente a quienes consideran "sin importancia e irrelevante el hecho de que el Hijo Dios haya asumido la naturaleza humana en su forma masculina". También afirma la peculiar obligación de la mujer en el cuidado de los otros, y que para las mujeres trabajo y familia deben combinarse de forma diferente al hombre. En particular, lanza un feroz ataque al feminismo por el hecho de que reivindique las exigencias «para sí mismas» de las mujeres. Una mujer para sí misma. Nada más aterrador para los clérigos vaticanistas, islamistas o rabínicos.

d) Sexofobia. Su odio al sexo es enfermizo. Diría que les obsesiona, si no fuese porque se trata de una estrategia política consciente de control sobre nuestros cuerpos y sus funciones mentales. El Catecismo vaticano dice: “El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo”. Las consecuencias de todo eso bien las sabemos: persecución del sexo fuera del matrimonio, e incluso de ciertas relaciones en su seno (en un foro cristiano he leído que el sexo oral está permitido si finalmente hay penetración y eyaculación, pero que es pecado en caso contrario), de los medios contraceptivos y de prevención de enfermedades de transmisión sexual, no al divorcio, no al aborto, no a la masturbación, no a la homosexualidad... No, no, no. Claro que no todo es igual para ellos: el código clerical establece la excomunión automática para quien participe en un aborto. Pero para los curas que abusan sexualmente de menores lo más que llega es a la pérdida de la condición sacerdotal.

e) Homofobia. Caso particular de lo anterior, especialmente exacerbado. Su violencia contra lesbianas y gays sólo es comparable a la que ejercen contra las mujeres en general. Ellos, cínicos, antes quieren que se acate su ley a que se cumpla. Lesbianas y Gays evidencian, con su misma existencia, el desacato al régimen heteropatriarcal y a la doctrina sexual de la Iglesia. La lucha contra la homofobia es un combate por la libertad humana. Ellos, que imparten a niñas y niños doctrinas tan corruptas y destructivas, se atreven, seguidos por el PP, a poner en cuestión el derecho a adoptar de parejas lesbianas o gays. Qué descaro...

Nos condenan al infierno por nuestros pecados. Bien podríamos decir: ¡que se vayan ellos al infierno! Pero nos contentamos con menos: con una plena libertad de conciencia e igualdad de trato de todas las convicciones, con el fin de los privilegios fiscales eclesiales, con la erradicación de la religión del currículum y del horario escolar...

Pero no todo acaba aquí. Incluso en un régimen verdaderamente laicista habrá que seguir peleando, ya en igualdad de condiciones, contra sus abominables doctrinas, dañinas para la humanidad. Es un combate político, claro está, como lo es el suyo. Pero ellos quieren imponer, mientras que nosotras y nosotros queremos convencer. No a ellos, claro, sino a una amplia mayoría social. Como ateos y laicistas, no queremos privilegios, queremos libertad y liberación.

Luis M. Saénz es coeditor de la revista TRASVERSALES (http://www.trasversales.net) y miembro de la Federación Internacional de Ateos (FIdA).

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